Según algunos filósofos de la antigüedad como Empédocles(1) se afirmaba que si predominase en su totalidad el Odio, el cosmos dejaría de ser tal para devenir puro caos. En la actualidad la psicología considera al Odio como una expresión de sentimientos negativos de profunda animosidad, ira y hostilidad hacia una persona o grupos de personas, animales o cosas, también se puede manifestar hacia uno mismo. El Odio para la gente común, es una manera oscura de sentir.
En estos
tiempos, el Odio es una palabra de la que no se está excepto de ser tentado por
su contenido, ya que está presente en todos lados asechando entre las sombras,
disfrazada en seudónimos que conducen hacia caminos cerrados. Por ello, se
puede comprender que en la primera instancia el Odio es irreconocible, el mismo
se encubre en otras determinaciones que son el germen del que se desarrolla
dicha expresión negativa de sentir, por lo general dentro de un lenguaje
primario reduccionista: “sólo importa y existe mi yo y lo que es igual a mi yo,
lo demás es irrelevante”. De esta manera se da entrada a posturas cerradas, que
son como cristales empañados que se colocan al frente de la mirada, lo cuales
no permiten que se vea con claridad lo que está del otro lado del cristal,
conllevando a que mi verdad, mi dolor, mi vivencia o mi sentimiento, es lo
único que en realidad existe y tiene valor para mí, y que sólo puede ser
compartido por quienes a su vez miran por el mismo cristal empañado que yo
miro. A caso qué es el egoísmo, el narcisismo, el racismo, el clasicismo,
el fundamentalismo, el etnocentrismo o la xenofobia, sino cristales empañados
propicios para que germine y brote el Odio, donde toda postura contraria es
vista como una amenaza, que en el peor de los casos debe ser atosigada, dañada,
herida o eliminada.
A partir
de aquí, se puede llegar a definir el Odio como un estado psíquico-emocional
irracional, desconocedor y reduccionista que no acepta otro elemento más que el
propio Odio, cuyo fin es acabar con aquello que es la razón de su existencia.
Ahora para reconocer el Odio se debe aprender a identificar cuáles son las
causas que lo generan, y estar abierto a la posibilidad que dichas causas
pueden ser inducidas o condicionadas, aunque irónico, a veces se concluye que:
lo que se Odia en los demás es lo que reprimo en mí, o es lo que replico porque
es lo que se me enseño hacer. Como mencione antes, el Odio suele encubrirse en
seudónimos que definen ideas, causas y posturas, y estas definen situaciones,
condiciones y circunstancias dadas para la fomentación del Odio: las
concepciones racistas o clasicistas generan prácticas de exclusión, rechazo y
represión.
Desde el
plano social, existen millones de personas que luchan por diferentes ideas,
causas y posturas, lo que está bien. Está bien luchar por lo que se cree, se
piensa y se idealiza, pero colocando ante todo dichos fundamentos en un intenso
debate, que va de lo racional a lo moral para escatimar que mi causa y mis
acciones no son causales para el desarrollo del Odio, de lo contrario, se
convierte mi lucha en algo indeseable y pierde legitimidad moral. También puede
suceder que mi causa es justa porque está amparada en valores universales, pero
si permito que se contamine por el Odio la debilito, aunque en la apariencia
sea fuerte a base del Odio. Desde un plano personal, se suele Odiar a
quien o quienes de alguna manera vulneran, dañan o amenazan mi integridad o lo
que es parte de mi integridad, a su vez a quien o a quienes representan o
considero que obstaculizan, traban o se oponen a mis necesidades e intereses
particulares o de los míos.
No cabe
duda que el Odio es un sentimiento complejo, que tiene cientos de ramificaciones
que lo producen, pero el resultado final de todos los Odios, es el mismo: la
destrucción de lo que es la razón de su existencia. Por lo que tampoco cabe
duda que el Odio, es un sentimiento oscuro, y que se convierte en una enorme
carga para quienes caen a su merced.
En un
sermón del Pastor Javier Bertucci(2), en el que hizo alusión al
Odio, del cual se pudo recoger las siguientes oraciones que llaman la atención: “Lo peor que puede hacerse es justificar el
Odio” “El Odio se convierte en el peor asesino de mi prójimo” “El Odio es un
cáncer para quien lo posee” “El Odio no es compatible con la fe cristiana” “No
hay paz con Odio”. Se aprende en la visión Cristiana a enfrentar y vencer
al Odio desde el acto de amar y perdonar, aun sabiendo que no es fácil amar a
lo que se indujo o decidió Odiar, mucho menos, perdonar a lo que provoco
nuestro Odio.
Pero
cuando se comienza a conocer que este mundo y sus circunstancias son
condiciones temporales, se revela una verdad esclarecedora de que no hay valor
en el guardar y sembrar Odios en el corazón. Para quienes logran amar y perdonar entran en
un estado de paz y armonía que no se puede explicar con palabras, sólo se
siente, se puede tener el atrevimiento de decir, que son personas que están en
comunión con Dios. Es ésta la meta primordial que todo hombre debería aspirar,
porque el Odio es un sentimiento oscuro que no puede ser enfrentado desde una
condición meramente materialista, sino desde una condición espiritual más
cercana a Dios, como está ya escrito en 1ª Juan 3:16 "El
que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor"
CITAS:
- Empédocles (ca. 483 -
ca. 424 a.C.) Filósofo, místico, taumaturgo y médico griego
presocrático.
- Pastor Javier Bertucci Sermón: ¿Hay Amor por la Nación? 09-03-14. Iglesia Maranatha
- Reina-Valera 1960 (RVR1960)
el Odio en la psicología es una expresión de sentimientos negativos de profunda animosidad, ira y hostilidad hacia una persona o grupos de personas, animales o cosas, también se puede manifestar hacia uno mismo...
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