“El
hombre que el hombre ha creado es producto
de la cultura que el hombre ha producido(1)”
Unos son liberalitas, otros socialistas. Unos son materialistas, otros son idealistas. Unos son revolucionarios, otros son conservadores. Unos son capitalistas, otros son comunistas. Unos son escépticos, otros son creyentes… Unos son, otros son, y todos somos un producto de una relación social y cultural, que influye y determina en algunos casos nuestro razonamiento.
Cada
hombre es un mundo que construye en una inevitable relación con la sociedad y
su cultura, desarrollándose en una diversidad de formas posibles, partiendo de
la posición social, política, económica, y profesional a la que pertenece
dentro de un tiempo y espacio específico. De esta relación sustrae sus
conocimientos, pensamientos, experiencias y vivencias que terminan
convirtiéndose en su realidad, su verdad, su mundo, lo que influye y determina
su existencia en relación con los demás y consigo mismo.
Por
ello, no todo los hombres poseen ni comparten los mismos ideales, porque no
todos son expuestos, ni viven ni se encuentran inmersos en igualdad de
condiciones, oportunidades, circunstancias y contingencias socio-económicas,
políticas y culturales que difieren uno de otros, como a su vez difieren en
cuanto a la posición social, política y profesional a la que pertenecen dentro
de un tiempo y espacio específico en la sociedad. Todo esto influye con un
valor significativo en la manera de como los hombres se relacionan y construyen
las diferentes percepciones sobre una determinada concepción de sí mismos y de
la sociedad.
Pero aun
conociendo parte de esta verdad, no falta quien se desgarre la camisa para
exponer el pecho y morir por una verdad que cree que es la más justa, sólo
porque la percibe como la única verdad, aun sabiendo antemano que no existen
verdades completas o absolutas a lo que se refiere a una forma particular de
concebir a la sociedad y al hombre, partiendo que cada hombre es un mundo. De
igual manera, son innumerables las personas que persisten en querer imponer un
mismo mundo a todos los hombres. Esto sucede a consecuencia de esa necesidad
inducida de pretender, que mi realidad debe imperar por encima de las demás, ya
que la existencia de mi realidad es la razón de mi existencia. Esta postura es
la que promueve y da entrada al desarrollo de fundamentalismos en la sociedad.
El
fundamentalismo es la concepción teórica, política o religiosa de una doctrina
o dogma que es incuestionable, basado en una serie de normas, reglas o
principios que sostienen una verdad sin el sometimiento a crítica. Los
fundamentalismos dentro de la sociedad, conllevan a que se generen prácticas y
acciones de discriminación, exclusión, rechazo, intolerancia, fobia, entre
otras tendencias que impulsan el aislamiento, distanciamiento y desintegración
social, en el peor de los casos, mortales confrontaciones. Se puede apreciar como las doctrinas racistas
cuando se convierten en fundamentalismo oficial de Estado, traen graves
consecuencias para esas sociedades, como sucedió en Alemania con el Nazismo o
en Sudáfrica con la política de Apartheid.
Los
fundamentalismos influyen en la percepción de los hombres, convirtiendo una
realidad doctrinal e inmutable la razón existencial de cada uno de ellos,
quienes se ven inducidos a defenderla a como dé lugar: puede ser a través de
mecanismos de violencia o de persuasión, aunque la segunda parezca más sutil no
significa que sea menos perversa que la primera, ya que puede jugar con la
ignorancia y necesidad de algunos hombres.
Debemos
cuidarnos de caer en algún tipo de fundamentalismo de corte radical. Estando
conscientes de que somos propensos a identificarnos y defender cualquier
concepción teórica, política o religiosa, debido que en primera instancia no
elegimos las condiciones, las circunstancias ni las contingencias del contexto
social en que nacemos y nos desarrollamos, donde se generan unas series de
relaciones que nos conducen a toparnos con una serie de creencias,
conocimientos, pensamientos, experiencias y vivencias que luego influyen y
pueden llegar a determinar una realidad reveladora que aceptamos como la única
verdad. Por esta razón, debemos ser abiertos y sinceros con nosotros mismos,
y entender que mi realidad responde a una serie de eventos circunstanciales que
me son propios y que se desarrollan en mi entorno; y que esa realidad a su vez
responde a la manera de cómo me relaciono con lo que está a mí alrededor.
Por lo
tanto no puedo pretender que los demás piensen, sientan, crean o tomen las
mismas decisiones de la misma forma que yo, tampoco puedo insistir que quienes
piensan, sienten, creen y toman las mismas decisiones de la misma forma que yo,
impongamos nuestra forma de pensar, sentir, creer o actuar al resto de las
personas que contradicen nuestra forma de pensar, sentir, creer o
actuar. Es de resaltar que no se trata de que no podamos defender aquello
por lo que creemos, sino tener conciencia real y veraz de lo que defendemos y
sobre todo el cómo lo defendemos. Cabe decir que existen personas que luchan de
manera irracional por algo que ni siquiera conocen e ignoran, siendo atraídos
por el fervor de las masas, y es lamentable porque son las que mueren en vano. Se parte, que debemos luchar por aquello que
creemos, pero sin caer en fundamentalismos que matan.
Para
ello debo analizar en profundidad el cómo llegue a identificarme, simpatizar o
desarrollar un marco de ideas o creencias que son la base de mi realidad, para
que pueda direccionar dichos fundamentos hacia una lucha justa, reconociendo
que mi verdad sólo es una parte de la verdad y no una verdad absoluta, porque
es lo que me va a permitir colocarme en la posición contraria de mi realidad,
es decir, cuando comienzo también analizar las condiciones que llevaron a los
demás asumir una realidad contraria a la mía.
Esto
quiere decir que todas las luchas son justificables en cierta medida, porque se
desprenden de una causa, y no se trata de clasificar para sólo dividir entre buenos
y malos, sino de aceptar que son realidades diferentes. Claro que tampoco se
trata de caer en un relativismo y aceptarlo todo, sino llegar a un punto de
equilibrio, es decir, luchar sin cerrar la leve posibilidad de que podamos
estar equivocados, a veces para ganar se tiene que perder en algunos momentos
de la vida.
Alrededor
del mundo hoy se están desarrollando posturas construccionistas: en vez de
poseer una realidad única e inmutable, se obtiene una realidad que se
construye, desconstruye y reconstruye en una relación humana que puede ser
conflictiva pero subsanada en la comunicación, el respeto, la tolerancia y el
libre pensamiento. Por último, ninguna posición fundamentalista, debe
impulsarnos a justificar el uso de la violencia, no es que seamos como Gandhi(2),
pero sí tener en cuenta, que la presencia de Dios siempre está presente al lado
de los hombres nobles que actúan con principios de buena fe hacia el prójimo y
no guardan rencores ni odios.
CITA:
(1). B.F. Skinner: Más allá de la libertad y la dignidad (1971)
Personaje Citado:
(2) Mahatma Gandhi (1869-1948):
Lucho por la Independencia de la India contra el Imperio Británico con la
consigna de “No-Violencia”.
Unos son liberalitas, otros socialistas. Unos son materialistas, otros son idealistas. Unos son revolucionarios, otros son conservadores. Unos son capitalistas, otros son comunistas. Unos son escépticos, otros son creyentes…
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