“Son nuestras decisiones las que muestran lo que podemos llegar a ser.
Mucho más que nuestras propias habilidades (1)”.
Toda decisión transcendental se reduce al final a una aceptación o negación, a un simple sí o no, del mismo modo, toda decisión está precedida por diferentes antecedentes, causas, circunstancias y vivencias de orden cognitivo, afectivo y social que influyen en las personas que deciden, como también la magnitud de las afectaciones que producirán las decisiones que asumen en un tiempo y espacio determinado en sus vidas.
Desde
una visión general, la historia registra cientos de miles de decisiones que han
sido acertadas y transcendentales en pro del desarrollo social y humano en la
sociedad, pero otras con igual número, han sido equivocas y nefastas para la
misma sociedad, aunque varias de estas decisiones erradas estuvieron gestadas
de buenas intenciones.
No
obstante, somos conscientes de que las macro-decisiones que repercuten en la
sociedad, presentan un mayor grado de dificultad, por tal razón, suele dejarse
un espacio para justificar los errores de nuestros líderes. Ahora,
nuestras decisiones personales no son muy diferentes de las decisiones que se
asumen o se gestan socialmente desde los distintos escenarios de liderazgo de
la sociedad (político, económico, educativo, religioso, cultural, entre otros),
en cuanto que estás también producen dificultades y estados de confusión e
indecisión a la hora de decidir entre una decisión de otras. Pero sí difieren,
en cuanto a errar en la toma de decisión, por el hecho que solemos reprocharnos
con dureza nuestras malas decisiones. Es paradójico decir, lo que le perdonamos
a los demás, en especial a nuestros líderes, no nos los perdonamos a nosotros
mismos, en tal caso, sin antes abrirle paso a las autoafirmaciones negativas
que nos hieren: “qué imbécil soy”; “cómo pude creer”; “sólo un idiota como yo
se le ocurre”; “en qué estabas pensando”.
A pesar
que mi decisión personal no representa ni depende la paz mundial, existen
decisiones personales que no se pueden asumir a la ligera, porque son
transcendentales para la vida de uno y representan esa paz interna con uno
mismo. Decisiones como, “qué carrera estudiaré”; ´´con quién me casaré”; “en
qué ciudad viviré”; “aceptaré sí o no ese trabajo”; qué voy hacer con mi vida”.
Este tipo decisiones, requieren una reflexión concienzuda para decidir lo que
mejor me conviene. Estás decisiones complejas generan estados de confusión e
indecisión, que en definitiva, es algo normal, por el contrario, el que crea o
piense que este tipo de decisiones son fáciles y sencillas de asumir, no queda
más que admirarlo.
Es
evidente, que no deberíamos sentirnos incómodos ni extraños por sentirnos
confundidos e indecisos, sino más bien, tratar de comprender que es una
oportunidad para aprovechar estos estados en beneficio propio. Para ello, debo
entender que estás decisiones son complejas porque integran diferentes
elementos influyentes, como mencione al principio, toda decisión transcendental
está precedida por antecedentes, causas, circunstancias y vivencias de orden
cognitivo, afectivo y social, como las afectaciones que estas producirán dentro
de un tiempo y espacio determinado en la vida de una persona. Estos elementos
terminan al final influyendo de forma positiva o negativa en la toma de
decisiones, en este caso, cuando se suman las experiencias vividas, las razones
y motivos, los conocimientos que poseo, las contingencias de la vida, lo que
siento y espero de mí, como también lo que los demás esperan de mí, y las
afectaciones que viviré a causa de mi decisión, es válido sentirse confundido e
indeciso.
A su
vez, se debe estar claro que el estar confundido e indeciso ante este tipo de
decisiones, no significa que uno sea una persona insegura que no sabe qué hacer
con su vida, sino que la complejidad de la decisión, demanda las mayores
virtudes de uno. Por lo que sucede que una persona con alta autoestima, segura
de sí misma y de las cualidades y destrezas que posee, pueda por un espacio de
tiempo cohibirse ante una decisión que la limita a una sola opción, cuando
siente y sabe que es buena en todas las opciones entre las que debe decidirse,
porque no representa tanta complejidad decidir entre algo bueno y malo, como la
complejidad que representa decidir entre las cosas buenas, cuando la vida nos
coloca a decidir una por encima de las demás, y es en este punto donde se
produce el estado de confusión e indecisión, al que quiero especificar en las
decisiones personales. Por lo que es importante reconocer, que las
decisiones personales que marcaran un rumbo, un trayecto, un destino en la vida
de uno, no serán sencillas y fáciles de asumir, y estando consciente de ello, se
puede manejar la confusión e indecisión, que a su vez pueden producir otros
estados emocionales como la ansiedad, inseguridad o estrés negativo, con la debida
propiedad a la hora de decidir.
En este
sentido, aceptando estos estados como parte natural del proceso de toma de
decisión, podre utilizarlos en beneficio propio. Entonces, en vez de
centrarme en las afectaciones que produce la confusión e indecisión en mí, me
centro en la pausa que se crea de ellas, para respirar con serenidad y
reflexionar sobre cuál será la mejor decisión para mi vida, exponiéndola a los
principios y valores con los que me identifico, me muevo, me siento libre,
pleno e íntegro conmigo mismo, y ante la mirada de Dios, partiendo de la
convicción que toda decisión personal asumida dentro de esta escala de
principios y valores, me conducirá a buenos resultados, aunque haya dejado a un
lado por mi decisión, otras cosas que eran también buenas para mi vida.
Asimismo,
la decisión debe compartirse entre lo que pienso y siento. Una decisión que se
asuma sólo con la cabeza, tomará en cuenta sólo lo exterior, como la seguridad,
estabilidad y conveniencia, apegándose más a lo que se espera de mí, de lo que
yo espero de mí mismo. Si por el contrario, sólo la asumo desde mi corazón,
puedo caer en el error de satisfacer anhelos, deseos y caprichos que no se
apegan a la realidad sino al estado anímico del momento, como es sabido, los
sentimientos suelen ser engañosos y pasajeros. Por lo tanto, una sana decisión,
podría ser aquella que corresponda con lo que pienso y siento.
Se
revela, que las decisiones transcendentales que marcaran el destino de una vida,
no son sencillas de decidir y mucho menos decidirlas siempre de manera acertada,
ya que nadie puede garantizar que será la mejor decisión para mi vida, más que
uno mismo, porque en el fondo, lo que importa, no es la decisión que asumo,
sino el compromiso de convertirla en la mejor decisión de mi vida.
CITA:
1.
Joanne
"Jo" Rowling,
OBE (Yate, South Gloucestershire, Inglaterra,
31 de julio de 1965) quien escribe bajo el seudónimo
J. K. Rowling, creadora de la serie de libros Harry Potter
En el fondo, lo que importa, no es la decisión que asumo, sino el compromiso de convertirla en la mejor decisión de mi vida...
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