Dedicado a Helbert Delgado, Luisana Faria, Nathaly Sevilla,
María Carrera, Ariana Aponte, Wilson López, Danielys Aguilar, Leonel Beltran, Adriel Estrada, Eduardo Estrada.
En el devenir de la vida nos encontramos
ante la grata oportunidad de soñar, de visualizarnos en primera instancia en un
mundo hecho de fantasía, cuyos límites se extienden en la inmensidad de una imaginación
que no conoce imposibles, donde volar sin alas puede ser tan real, que pensar
en caerse jamás es considerado una posibilidad, pero luego, con el pasar de los
años, nuestro mundo fantástico es obligado a moldearse a una realidad que va cercando
la imaginación, por lo que volar sin alas deja de ser algo mágico para
convertirse en un acto de locura.
En dicha instancia, el soñar carece de
sentido, no se puede vivir suspendido en ilusiones que no se concretaran porque
son ajenas a nuestras propias circunstancias, siendo más sensato asentar los
pies en la tierra, para así evitar una caída anunciada por un destino seguro
que empuja a mantenerse fijo y enajenado a una verdad que decreta, que es mejor
ser una pequeña parte que pertenece a un todo, que ser una gran parte que por
soñar se queda aislada y solitaria.
Esta es una verdad que cobra fuerza cada
día, pero aun así, existen quienes como muro de contención le hacen frente, sin
vacilar aceptan la locura que los aísla en la soledad, porque prefieren ser soñadores
auténticos que no serlo, y en esta instancia sólo se encuentran quienes no le
dan la espalda a sus sueños, quienes se niegan a desprenderse de su mundo
fantástico de volar sin alas, porque no se resignan a la monotonía de una
realidad leíble que enajena, decidiendo sumergirse en una lectura indescifrable,
una que los pierde en intentos fallidos, pero que los hace vivir de una manera extraordinaria
cuando aciertan y descifran el camino que los conduce al alcance de sus sueños,
un camino que no es otro, que aquel que se construye en la compañía de otros soñadores,
en un andar juntos, donde se intercambian y se entrelazan vivencias que delinean
la ruta de sueños compartidos.
Es por ello, que el que sueña no conoce
realmente la soledad, porque sus sueños lo llevan a formar parte de un gran
todo, que lo invita a recrear su mundo fantástico que arma con la suma de otros
soñadores, y es que el astronauta puede soñar con llegar más lejos por quienes
sueñan en hacerle mejores recursos que lo coloquen en las profundidades más distantes
del espacio exterior, y quienes sueñan con hacerle mejores recursos parten de
conocimientos previos que fueron formulados por quienes soñaron con descubrir
las leyes que rigen al mundo.
En esta instancia se reafirma, que el
soñar es una grata oportunidad que nos da la vida para continuar moviéndonos en
un andar mágico, que no se hace en la soledad, sino en la compañía de otros, en
sueños compartidos que se comparten en diferentes espacios de tiempo o en un
mismo trayecto de la vida, sueños compartidos que se pueden expresar de
diferentes maneras, pero que tienen un mismo fin, en hacerse reales, de vivirse,
de sentirse, de ser alcanzados, y de no serlo, por lo menos de ser arañados, porque
la satisfacción no sólo se encuentra al final de los sueños, es en el transitar
hacia ellos, lo que da verdadero sentido a vivir y experimentar su búsqueda, porque
es cuando nos colocamos ante ese ir y venir de circunstancias coloridas y grises
con las cuales vamos transcribiendo, juntos con quienes nos acompañan, esos
momentos inolvidables que nos definen, que nos narran y hablan de nosotros como
soñadores auténticos que se atreven a volar sin alas.
En tal sentido, el devenir de la vida
nos muestra que el soñar no se construye en el vacío, se construye en un fondo
compartido con quienes la vida dispone con o sin participación, a que nos
acompañen a vivir entre sueños compartidos, son quienes se convertirán en las
personas más cercana a nosotros, las que sin darnos cuenta, se adentran a
nuestro mundo marcando sus huellas, que sin ellas, difícilmente encontremos
solos el camino, son las que resguardamos en el corazón, porque ellas a su vez
nos reguardan en el suyo, quienes amortiguan nuestra caída ante la derrota, las
que no pierden la fe ni dudan de nosotros a pesar de estar abajo, siendo las primeras
en alentarnos a ir hacia adelante por la conquista de aquel sueño que
compartimos en un mismo abrazo, porque soñar junto a ellas, es agrandar
nuestros sueños, es fortalecerlos, es brindarlos de su compañía que acrecienta
nuestra imaginación ante los obstáculos, que nos lleva a valorar y reconocer
los sueños de quienes queremos y nos quieren, reflejándonos mutuamente en un gran
sueño compartido
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