martes, 28 de agosto de 2018

Salir de la Zona de Confort




El hombre ha sido calificado por otros como un ser adaptativo, utilitarista,  de hábitos y  costumbres,  una vez que encuentra un entorno cuyo ambiente es familiar,  amigable,  cómodo,  seguro y se ajusta a sus necesidades e intereses,  es decir, es confortable,  se establece en el mismo de manera permanente si las condiciones  favorables no cambian,  de lo contrario,  dispone de otras opciones que muy pocos aceptan con facilidad,  como es abrirse al cambio,  readaptarse o partir hacia nuevos horizontes.

Estar en nuestra zona de confort tiene sus aspectos positivos,  ya que representa,  si nos referimos estrictamente a lo profesional, una distinción o estatus importante que se ha conseguido por un alto grado de conocimientos y experiencias que hemos alcanzado, que nos permite desenvolvernos con calidad en el manejo de nuestra profesión, lo que significa que dominamos cierto arte,  método o técnica que nos posiciona en el área como los mejores en sus funciones profesionales,  lo que está bien,  porque es un reconocimiento que es producto de años de dedicación.

Pero cuando nos sujetamos con firmeza en una misma zona de confort durante periodos prolongados, comenzamos a ver su lado no tan bueno, dejamos de ser los mejores porque las cosas a fuera de nuestra zona de confort comienzan a cambiar y tales cambios desajustan nuestras áreas de dominio y comodidad. A partir de este punto la zona de confort se convierte en una zona de limitaciones, porque termina definiendo cuales son nuestros límites sobre lo que podemos hacer y que no, construyendo así un cercado que nos aleja de los nuevos desafíos y procesos de crecimiento.

Por ello,  la zona de confort una vez que deja de ser esa etapa de autorrealización de objetivos profesionalmente alcanzados,  se convierte en una zona de limitaciones y de estancamiento. Cuando insistimos en mantenernos dentro de una  única zona de confort, tenemos que entender quiérase o no, que el mundo se sigue moviendo sin nosotros, y en su mover se van produciendo una serie de cambios que tarde o temprano afectarán nuestra zona de confort,  lo que nos obligará a salir de ese caparazón de seguridad para construir nuevos proyectos y desarrollo de objetivos profesionales que conduzcan a nuevos espacios de autorrealización.

Confieso que salir de la zona de confort no es un proceso fácil,  sobre todo cuando se ha mantenido una única línea de trabajo,  ya que conocer y dominar otro oficio o nuevas técnicas nos inhibe por miedos abrirnos al cambio, pero es imposible impedir que las cosas cambien. La propia competitividad laboral hace que las profesiones se renueven constantemente,  aun más con la llegada del emprendimiento productivo,  donde la creatividad y la inventiva juegan un rol fundamental.

En conclusión, sólo en la medida que comenzamos a aprender que la zona de confort en el ámbito profesional funciona como un ciclo que se renueva cada vez que crecemos profesionalmente, y no nos limitamos y nos abrimos a los cambios,  será más fácil pasar las transiciones  de una autorrealización a otra, logrando salir de una zona de confort a otra diferente sin mayores problemas.


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