Si fuera por nosotros nos comeríamos el mundo, que no haríamos para llegar a donde nuestra imaginación nos lleva, hacia ese lugar donde los limites no figura y sólo existe la posibilidad de todo lo posible.
No
podemos resignarnos a dejar de luchar frente a una realidad que se empeña en
retroceder nuestros pasos, porque en cada retroceso, nos impulsamos con mayores
fuerzas hacia delante, situándonos en la vanguardia, en el ojo del huracán,
donde todos pueden vernos con recelo o con la debida admiración por el hecho de
ser soñadores que vuelan sin alas.
Por
qué inhibirnos de abrir las puertas que están cerradas frente a nuestros ojos,
no siempre están bajo llave, y si lo llegan estar, no significa que al tocar,
del otro lado nadie nos escuchará, y sí en tal caso es así, no seríamos los
primeros ni los últimos en usar una llave maestra.
A
veces, es más fácil andar al final de la fila, mirar el recorrido de los otros
y no tropezar donde ellos cayeron, pero quiérase o no, no tiene tanto merito
quienes huyen del fracaso o quienes recorren el camino de otros, sólo quienes pierden el miedo a fracasar por hacerse
su propio camino, son quienes tarde o
temprano reciben los mayores méritos, porque son quienes a través de sus fracasos,
derrotas y caídas, enseñan al resto de la humanidad.
Quienes
nos abrazamos a nuestros sueños, somos cuestionados a cada momento por aquellos
que desde su realidad inmutable, no comprenden el porque persistimos en andar
montado en una nubecita, pero también nosotros no comprendemos el porque ellos
se aferran a un realismo con el que dejan de percibir los colores de la vida,
para ellos se expresa sólo en blanco y negro, en cambio para nosotros, es un
cielo y un mar de colores.
Algo
es seguro, no podemos escapar ante el monstruo de las contingencias, a veces
golpea duro, pero sí aún quedan fuerzas después del décimo conteo, por qué no
tomar revancha, después de todo, de la caída, toca levantarnos para volver
intentarlo una vez más, aunque desde otra perspectiva, con otra estrategia, un
nuevo concepto, un cambio de paradigma, porque un sueño ido sin haberse
luchado, es como si no se hubiera soñado nunca, porque asumirse como soñador,
es aceptar el reto de pelear continuamente hasta el final con las vicisitudes
de la vida.
Lo
que somos soñadores, no nos conformamos con estar al final de fila, porque no
somos cobardes, mucho menos incautos para ser convencidos por ese realismo que
pregona lo imposible, ya que nuestro mundo es un mundo de posibilidades, y
jamás podemos ser vencidos por los avatares de la vida,
sin dar antes el último suspiro de lucha por nuestros sueños.
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