Dedicado a Rosa de Arjona
Eres
una incógnita suspendida en el aire, que cada noche se posa frente a mi
ventana. Trato de mirarte sin que notes que te miro, para apreciar tus últimos
retoques que embellecen tu rostro, al cual quiero detallar cada línea de cada
gesto en mi memoria, para tenerte presente ante tu ausencia, para lidiar con el
pasar de las horas hasta la entrada de la noche, cuando te apareces en corceles
metálicos que te dejan frente a mi
ventana, en una parada que se viste de gala ante el modelar de tus atributos,
que sabes mostrar muy bien al límite de lo permitido, acaparando las miradas de
todos los presentes. Entre todas esas miradas, se encuentra la mía, que busca
colarse para cruzarse con tus ojitos, con la inocente intención de generar un
vínculo que me una a ti, para que me reveles a través de ellos, lo que hasta
ahora me has dado el permiso de ver en ti: una mujer ambiciosa, libre y
dominante, que no gusta de las similitudes, que aspira a lo grande y busca
abrirse paso en la vida, como también sin darte cuenta, me has dado la grata
oportunidad de apreciar tu sensibilidad y calidad humana, recuerdo la noche que
auxiliaste aquel chiquillo que quedo
solo en la parada a merced de tanto buitres, te lo llevaste como si fueras tú,
su propia madre.
Durante
el día transito pensando cómo abordarte, cómo llegar a ti, en meterme en tu
mundo, pero ha sido tú la que rompió el hielo, ha sido tú quien ha llegado a mi
ventana alegrándome la noche, con un simple saludo que dejó el espacio abierto
para que me acerque a ti.
Rosa,
rosa es tu nombre y como rosa eres hermosa, y como toda rosa también cargas con
tus espinas, y es que tus palabras afirman que eres una mujer combatiente con
quienes se meten contigo de mala fe. Por lo que confieso, que mirarte frente a
mi ventana cada noche, idealizó un amor platónico a tu lado, y porqué no soñar
contigo, si lo vales, no eres cualquier mujer, sino una que ha sido capaz de
intuir mis intenciones, aun así me sigues el juego, lo que te hace ser
genialmente inteligente.
Aunque
puedas dudar, basta unos pocos minutos frente a mí ventana, para admirar el
resaltar de tus virtudes que invitan a quererte. Pero como todo amor platónico,
marcado por un tiempo limitado, llegan los carruajes que te llevan a tu destino
y te alejan del mío, hasta la siguiente noche cuando vuelves a posarte frente a
mi ventana de aquel pequeño kiosco de la bomba.
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