El aprendizaje está ligado al
movimiento, en la medida que nos movemos vamos adquiriendo un sin fin de
experiencias y vivencias que nos muestran el mágico mundo que se posa frente a
nuestros ojos, siempre y cuando el motivo que nos mueva sea el entusiasmo de
darle un sentido a nuestra vida, de lo contrario, sería un movimiento mecánico
sin ningún tipo de valorización sensible sobre lo que nos rodea, dando lo mismo
quedarnos estáticos.
Es sorprendente lo que se puede
aprender en el acto de caminar, en esa acción motriz que nos lleva a recorrer
caminos sobre los cuales vamos asentando nuestra historia de vida, y es que en
ese andar que se gesta con cada paso, va enmarcada una enseñanza de vida, que
para bien o para mal nos hace crecer como persona.
Un paso a la vez, es la suma de un
nuevo minuto, un nuevo día, una nueva amistad, otro peldaño más que nos acerca
a la cima de nuestra meta. Un paso a la vez es consolidarnos en conocimientos,
aprendizajes y experiencias que aportan significativamente a la construcción de
nuestro ser, porque al caminar no sólo damos un paso tras otro, sino que nos
conducimos hacia aquello que soñamos conquistar.
Al caminar aprendemos a valorar
lo que el mundo nos ofrece, lo que está allí para nosotros y que sólo espera
que sigamos moviéndonos para alcanzarlo. Al caminar nos encontramos con tantas
cosas bellas, con esos detalles propio de la naturaleza, con las personas que
se convierten en seres importantes para nuestro crecimiento personal y humano,
siendo felices en un ir y venir donde podemos darnos cuenta de nuestra propia estela que vamos dejando a
tras, esa narrativa que contará la historia de nuestra vida.
Pero están quienes pretenden
dar más de un paso a la vez, quienes prefieren correr y despreciar lo que está
a sus alrededores, empecinados a conquistar como de lugar un capricho saltando
las dificultades, sin darse cuenta que, el que mucho asume nada logra cumplir
con eficacia y si pierde de todo un poco. El que corre ve la vida
apresuradamente y apresuradamente cae, y su caída es mucho más dolorosa. No
corramos porque nos privamos de vivir, de explorar y de apreciar cada
experiencia como una oportunidad de crecimiento.
Valoremos el acto de caminar,
porque dar un paso a la vez es suspirar aires de vida en nuestro interior, es
saber que somos un milagro viviente que con cada paso estamos obligados hacer
que nuestra vida valga, que cuente, que figure y marque la huella de una
extraordinaria existencia.
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